Algunas veces cuando llevo a cabo seminarios y después de presentarme doy un breve resumen de lo que me llevó a iniciarme en la a...

¿Es Usted un apologeta?

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Algunas veces cuando llevo a cabo seminarios y después de presentarme doy un breve resumen de lo que me llevó a iniciarme en la apologética y lo que todavía me lleva a hacerlo. Generalmente, los que se encuentran en esos seminarios, están ahí porque quieren aprender acerca de la doctrina cristiana; del evangelismo; de testificar a los Mormones, a los Testigos de Jehová u otros grupos de culto no Cristianos; o simplemente se encuentran ahí para hacer preguntas acerca de diferentes temas. Invariablemente, presento el término “apologética” al grupo y lo defino como “ese campo del estudio cristiano que defiende la verdad Bíblica contra cualquier cosa que se opone a esta verdad.” También declaro que la apologética es tan variada como las personas y los temas y que no existe nadie que pueda dominar totalmente cada una de las áreas. En la medida en que Dios llama a las personas a estudiar, ellas se volverán más eficientes en lo que a ellos les interesa de acuerdo a los dones que han sido dados por Dios a ellos.
Pero una de mis preocupaciones cuando hago seminarios es lo que llamo “El efecto del orador”. Básicamente, cuando un grupo se reúne a escuchar a un orador, se asume que el orador conoce su material y que tiene experiencia en el tema. Teniendo en cuenta el hecho de que la fobia número 1 del público en los Estados Unidos es precisamente, el hablar en público, el sólo hecho de que una persona pueda ponerse de pie y hablar por una hora de un tema y disfrutarlo tiene un efecto sicológico de distanciar al estudiante del maestro. Con frecuencia, el orador es elevado al nivel de “Un maestro especial llamado por Dios”. En realidad y en mi caso particular, el orador es solo alguien que le gusta cotorrear acerca de lo que sabe. No soy diferente y esto, es lo importante. Las personas necesitan entender que son llamadas por Dios para estudiar y mostrarse a sí mismas aprobadas (2 Ti 2:15). Aún más, este “efecto” tiende a hacer que las personas piensen que no pueden ser buenas apologetas debido a que no son ellas las que se encuentran allí hablando. Esto no es cierto, y yo siempre trato de motivar a las personas a que estudien y dominen esas áreas que el Señor les ha mostrado que estudien.
La apologética es el intento de presentar defensa de la fe cristiana. Si de alguna forma defiende su fe, entonces Ud. es un apologeta. De hecho, a Ud. se le ha ordenado ser apologeta. 1ª Pedro 3:15 lo dice:
  • “sino santificad a Dios el Señor en vuestros corazones, y estad siempre preparados para presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros;”
Si Dios le ordena a Ud. presentar defensa, entonces, le está ordenando que sea un apologeta. Gústele o no, Ud. es llamado a ser un apologeta. Pero no se preocupe; Dios no tiene el hábito de enviar personar a llevar a cabo Su voluntad sin equiparlos primeramente.
Ahora bien, le voy a decir la verdad. Esto, lo he experimentado muchas veces. Pero entienda por favor que este no es mi trabajo; es del Espíritu Santo. Habrá momentos en diversas situaciones cuando me encuentre discutiendo algo con un no creyente. Posiblemente me haga una pregunta difícil en donde tenga que hacer una pausa, aspirar profundamente, confiar en Dios y empezar a responder. La respuesta llegará en la medida en que empiece a hablar. En otras palabras, hasta ese momento no sabía cómo responder a una determinada pregunta y recuerdo las palabras de Jesús en Marcos 13:11:
  • “Pero cuando os trajeren para entregaros, no os preocupéis por lo que habéis de decir, ni lo penséis, sino lo que os fuere dado en aquella hora, eso hablad; porque no sois vosotros los que habláis, sino el Espíritu Santo.”
Le comento esto porque quiero que aprenda a confiar en el Señor. Él dijo que estaría con nosotros hasta el fin de los tiempos (Mt 28:20), y creo esta Palabra. Él estará ahí cuando lo necesitemos. Lo que Ud. necesita hacer es estudiar, estar listo y creerle al Señor de que le suministrará lo que necesite cuando lo necesite. ¡Confíe en Dios y siga adelante!


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